La historia de Caliente casino en Tijuana es la historia de la ciudad misma: tránsito, ocio, frontera y transformaciones económicas que reflejan épocas de esplendor, reformas y controversias. El complejo que hoy conocemos como Caliente Hipódromo tiene sus raíces en el emblemático proyecto de Agua Caliente, un resort que a finales de los años veinte convirtió a Tijuana en un destino de glamour y apuestas para la élite estadounidense. Desde aquellos años de brillo hasta la expansión empresarial que dio lugar a la cadena Grupo Caliente, el lugar ha sido testigo de cambios culturales, legales y urbanos que explican buena parte de la relación entre la ciudad y el negocio del juego.
Orígenes: Agua Caliente y el auge fronterizo (finales de los años veinte)
A finales de la década de 1920, la Ley Seca en Estados Unidos y las restricciones al juego en California crearon una demanda que encontró respuesta en la frontera. Bajo esa dinámica se construyó el Agua Caliente Casino and Hotel, inaugurado en 1928, un complejo que combinó arquitectura monumental con servicios de lujo, baños termales, entretenimiento nocturno y el primer gran hipódromo de la región. Diseñado con influencias art déco y referencias exóticas, el resort atrajo a celebridades, empresarios y visitantes dispuestos a cruzar la frontera en busca de ocio legal y alcohol en tiempos de prohibición.
Muy pronto, y ya en 1929, se inauguró el hipódromo adyacente, convertido en un imán de apuestas y sociedad. El hipódromo y el casino funcionaron como centros neurálgicos de la vida social regional: carreras, banquetes, espectáculos y la presencia constante de figuras públicas hicieron del lugar un epicentro transnacional de ocio.
La época de esplendor y los grandes nombres
Durante sus años dorados, Agua Caliente y su hipódromo ocuparon un lugar protagónico en la vida cultural fronteriza. Su recinto fue visitado por estrellas de Hollywood y personajes influyentes que encontraron en Tijuana una oferta que no existía del otro lado de la frontera. Las carreras de caballos eran eventos sociales que mezclaban deporte y glamour; los locales se poblaban de pistas repletas, palcos y lujosos salones.
Esa etapa también dejó un legado arquitectónico y simbólico: fuentes, jardines y un estilo que hasta hoy alimenta la memoria urbana. Sin embargo, la historia del complejo no sería lineal: la política nacional, cambios legales y la economía marcaron sus idas y venidas.
Transformaciones y cierres: el ocaso del primer ciclo
A mediados de los años treinta, bajo administraciones federales con nuevas prioridades, el casino original enfrentó cierres y expropiaciones. El establecimiento sufrió intervención política y, en paralelo, el declive del primer ciclo de esplendor dejó edificios en desuso y ruinas que con el tiempo se convirtieron en fragmentos de memoria. Aun así, el hipódromo logró perdurar con distintas administraciones y usos a lo largo del siglo XX.
Reinvención empresarial: la era Caliente y Jorge Hank Rhon
La personalización moderna del proyecto estuvo ligada a la figura empresarial de Jorge Hank Rhon y la conformación de Grupo Caliente. A partir de la gestión y consolidación empresarial de las décadas finales del siglo XX, el hipódromo y las instalaciones asociadas comenzaron a operar bajo una nueva lógica: la del entretenimiento integral y la expansión de apuestas legales en territorio mexicano.
Bajo esa visión se consolidó un modelo que combinó: casino terrestre, apuestas en carreras, canódromo (galgódromo), hotelería y, con el tiempo, instalaciones deportivas y de espectáculos. Grupo Caliente impulsó la modernización de instalaciones, la diversificación de servicios y la creación de una red de sucursales y centros de apuesta que transformaron a la marca Caliente en una empresa de alcance nacional.
El hipódromo: de tradición a modernidad
El hipódromo de Tijuana mantuvo —a lo largo de casi un siglo— su función como escenario de carreras y apuestas. Con reformas y renovaciones, la pista se mantuvo activa en distintas épocas, albergando eventos importantes y sirviendo como punto de encuentro para aficionados y apostadores. En ciertos periodos, la actividad ecuestre se vio condicionada por la economía, la regulación y la competencia de otros mercados, pero la tradición de las carreras se mantuvo como parte de la identidad deportiva local.
Con el tiempo, innovaciones en la gestión del hipódromo introdujeron apuestas electrónicas, mejoras en infraestructura y la coexistencia con otros usos del sitio, como recintos de espectáculos.
El galgódromo: una historia centenaria que llegó a su fin
Paralelamente al hipódromo, el galgódromo (canódromo) en Tijuana fue otro de los puntos emblemáticos del ocio de apuestas en la ciudad. Con orígenes que se remontan a inicios del siglo XX, las carreras de galgos constituyeron durante décadas una tradición de fines de semana, con público fiel y tradición familiar.
No obstante, en la primera mitad del siglo XXI las carreras de galgos comenzaron a enfrentar un debate social y regulatorio creciente: preocupaciones por el trato animal, nuevo marco jurídico y cambios en la percepción pública sobre este tipo de espectáculos. En ese contexto, y tras más de cien años de actividad, el canódromo de Caliente cerró definitivamente, marcando el fin de una era en la que las carreras de galgos representaban tanto un pasatiempo como una industria local. El cierre fue interpretado por algunos como un paso necesario hacia prácticas de entretenimiento más sensibles a la opinión pública y a estándares de bienestar animal.
Expansión: Estadio Caliente y la diversificación del complejo
En la primera década del siglo XXI, la transformación del sitio incluyó la construcción del Estadio Caliente, un recinto deportivo y de conciertos que potenció la presencia de la marca en el ámbito del entretenimiento masivo. El estadio se convirtió en sede de partidos de fútbol, conciertos y eventos culturales, atrayendo a audiencias diferentes y ampliando la relevancia urbana del complejo.
Esta diversificación convirtió al lugar en algo más que un hipódromo o casino: pasó a ser un polo de entretenimiento integral que combina apuestas, hospedaje, festivales y espectáculos. La coexistencia de usos —casino, estadio, oferta gastronómica, comercio— consolidó una plataforma empresarial enfocada en la experiencia del visitante.
Controversias sociales y políticas
La consolidación de Grupo Caliente y la expansión del negocio del juego no estuvieron exentas de polémica. A lo largo de los años, la relación entre el grupo empresarial, la política local y nacional, y la comunidad generó debates sobre regulación, concesiones y responsabilidad social. Las figuras a cargo y los modos de operación fueron objeto de atención mediática en distintos momentos, lo que subrayó la complejidad de un negocio que mezcla mercado, ocio y ciudad.
El tema del bienestar animal asociado al galgódromo también sumó presión pública, que a la postre influyó en la decisión de cerrar esas actividades. Asimismo, la concentración de apuestas y la presencia de centros de juego en la ciudad incentivaron discusiones sobre adicción al juego y efectos sociales que requieren políticas públicas.
El complejo hoy: un actor multifacético
En su encarnación contemporánea, lo que históricamente fue Agua Caliente ahora opera como Caliente Hipódromo, una plataforma que reúne casino, apuestas, estadios, comercio y servicios. El sitio posee una identidad híbrida: por un lado, conserva la memoria del hipódromo clásico; por otro, exhibe la modernidad de una marca empresarial orientada a la escala nacional.
Hoy, el complejo ofrece máquinas, apuestas deportivas, espacios para eventos y un estadio que funciona como motor de convocatorias masivas. El abandono del galgódromo y la reconfiguración del espacio han abierto además nuevas preguntas urbanas: ¿cómo se reutilizan estas áreas?, ¿qué memoria se preserva y cuál se transforma en la ciudad que crece y cambia?
Memoria, patrimonio y ciudad: reflexiones finales
La historia de Caliente y su hipódromo no es únicamente la crónica de un negocio de apuestas: es también un relato sobre cómo la historia urbana se construye en la frontera. Desde el lujo y la ilegalidad tolerada que caracterizaron a Agua Caliente en los años veinte, hasta las estructuras corporativas del presente, el sitio refleja tensiones entre memoria y modernidad, entre espectáculo y responsabilidad.
El cierre del canódromo, la sobrevivencia del hipódromo en distintas modalidades y la conversión de espacios hacia usos deportivos y de entretenimiento ilustran un ciclo que atraviesa factores culturales, legales y económicos. Para Tijuana, el legado de Agua Caliente sigue presente —en las ruinas, en los relatos, en la topografía urbana— y en la forma en que el ocio organizado ayudó a definir la ciudad ante el exterior.
Entender Caliente es, entonces, entender una parte importante de la historia fronteriza: sus deseos de diversión, sus contradicciones y su capacidad de reinvención. Lo que fue un espléndido resort para la élite de otra época hoy convive con la industria del entretenimiento masivo, dejando una huella compleja que merece ser recordada y estudiada en clave documental.
